¿De qué viven los cuerpos que danzan? La violencia económica y las migas subsidiarias (benditas sean ellas)
ESCRIBE: Manuel Rivadeneira Compartimos el artículo de Manuel que con una mirada, reflexión crítica y constructiva trae nuevamente la atención a la discusión sobre la danza entendida y realizada desde […]
ESCRIBE: Manuel Rivadeneira
Compartimos el artículo de Manuel que con una mirada, reflexión crítica y constructiva trae nuevamente la atención a la discusión sobre la danza entendida y realizada desde la perspectiva del trabajo.
Estoy en un evento del “ambiente de la danza”, me siento orgulloso de estar ahí, es la primera vez que me invitan, “debe ser que ya soy bailarín” pienso. Es un clima alegre, todxs estamos felices de haber recibido un subsidio económico reconociéndonos para poder llevar adelante nuestro proyecto como creadorxs escénicos.
Como si fuera una escena de comedia, en un rincón somos 5 intentando dilucidar cómo funciona la maquina moderna de café que instalaron, cada cual, con una capsulita de color en la mano, pero sin saber dónde colocarla y con pudor de preguntar. En simultáneo, llegan los sanguchitos, caos y confusión, todos nuestros cuerpos van tras ellos, discreta pero desesperadamente.
Esta escena me hace sentir en una metáfora performática, siendo nosotrxs lxs artistas de la danza, y los sanguchitos el subsidio económico. Mezclándose apetito, deseo y ganas de no quedar afuera.
De regreso a casa, al recordar esta escena, llegó a mí la pregunta que da nombre a este escrito: ¿De qué viven los cuerpos que danzan?
– Querida familia, lo decidí, voy a estudiar danza, quiero ser bailarinx
– Ah, muy bien, ¿y de que vas a vivir?
Muchas veces lxs hacedores de la danza tenemos empleos de “otra cosa” además de ser creadorxs escénicos, y rara vez la creación artística es nuestra principal fuente de ingresos.
De hecho, hay quienes cuestionan “¿qué tan artista sos si trabajas de otra cosa?”, poniendo sobre el tapete una discusión interesante en relación a la estabilidad económica que se requiere para ser creadorx escénico, y si para serlo es necesario que tus principales ingresos provengan de dicha actividad.
¿Todxs podemos ser hacedores de la danza? ¿Hay contextos socioeconómicos limitantes? ¿No es esta una violencia económica solapada que recae sobre lxs potenciales artistas?
Es necesario pensar y preguntarnos cómo nuestros contextos socioeconómicos y culturales inciden en nuestras posibilidades de creación, y si estos aparecen visibilizados en nuestras obras y discusiones o los damos por sentados, naturalizando nuestra “realidad” como la única posible.
Pienso en la famosa frase “por amor al arte”, que se asemeja bastante a lo que la escritora y activista feminista Silvia Federici enuncia con muchísima claridad diciendo “Eso que llaman amor, es trabajo no pago” en relación a las labores domésticas y demás invisibilizaciones patriarcales del “rol” social e históricamente asignado a la mujer.
Federici argumenta que esta subvaloración y explotación del trabajo doméstico es una forma de violencia económica, y no me resulta descabellado trazar un paralelismo con muchas realidades artísticas que nos toca transitar.
Colegas que cobran dinero por sus obras, pero para montarlas convocan a bailarinxs ad honorem haciendolxs ensayar muchas horas y “pagándoles” con el “enorme valor de la experiencia compartida”.
Este “por amor al arte” nos pone en un lugar bastante ridículo a lxs artistas, romantizando la idea de creación, haciendo que su valor sea “la trascendencia” o “el reconocimiento”, olvidando que tenemos que ir al supermercado y no podemos pagar con “amor”, ni con los aplausos recibidos y mucho menos con “arte”.
Literalmente la definición de esta frase es “sin recibir paga o recompensa por el trabajo”. Lo que nos invita a reflexionar si nos entendemos o no como trabajadores de la cultura y si la creemos o no necesaria para la vida en sociedad.
Si lxs creadorxs escénicos no entendemos el valor indispensable de la cultura en una sociedad, ni a nuestro arte como un trabajo, seguiremos sosteniendo el “por amor al arte” legitimando un discurso capitalista para el cual no generamos ningún tipo de valor ni aporte que deba ser reconocido como tal económicamente.
Es necesario desnaturalizar esta frase y las prácticas que surgen de ella si queremos abogar por una reevaluación y reestructuración de la economía y las relaciones sociales que reconozca y valore a lxs artistas, y no considere que sus labores son llevadas adelante “por amor” sino que tienen una contribución esencial para la vida y el bienestar de la sociedad en su conjunto.
¿Cómo cotiza el mercado las creaciones artísticas? ¿Qué valor económico tiene lo inmaterial?
Dado lo planteado hasta aquí, socialmente pareciera haber una disociación entre el empleo y el arte, entre ser trabajadorx y ser artista, haciendo que el “vivir del arte” parezca ser cosa para unos pocos, y el arte un bien no necesario.
Me parece pertinente para pensar esto, tomar el concepto de “trabajo inmaterial” que plantea Maurizio Lazzarato (sociólogo y filósofo italiano).
Lazzarato plantea que estas formas de trabajo no se limitan a la producción de bienes materiales tangibles, sino que generan valor a través de la creación de relaciones, emociones, símbolos y conocimientos. Podemos pensar a la danza y sus creaciones como trabajos inmateriales debido a su naturaleza creativa, comunicativa y basada en el cuerpo, entendiendo que allí se producen afectos, emociones, movimientos y expresiones sociales indispensables.
Asimismo, el autor plantea que el sistema tradicional de valorización y remuneración del trabajo inmaterial no refleja adecuadamente el valor real de este tipo de trabajo, generando así un desafío en términos de remuneración económica para lxs artistas. ¿Cómo le ponemos precio a lo que hacemos? ¿Cuánto vale una idea? ¿Quién la paga?
En un mundo en el que lo que no es cuantificable pareciera no existir, resulta dificultoso poner en valor lo intangible pero necesario. Tal vez sea por eso que los subsidios que sí lo reconocen son un sostén fundamental para el desarrollo de las industrias culturales y específicamente la danza, ya que brinda apoyo económico y reconocimiento a proyectos independientes. Esto resulta innegable al ver la desesperación que surge en gran parte de la comunidad de la danza ante la posibilidad de recibir apoyo económico por parte del estado o algún sector privado.
“Es muy patético cuando la respuesta que está detrás de un artista es que quiere plata para vivir, porque es su trabajo, pero es así. No solo eso, quiere que lo quieran, que también es muy patético, pero también es así. Lo que está haciendo lo hace por dinero y porque quiere que lo quieran.”
- Dargelos
¿El reconocimiento se come?
Sin ponerme Hegeliano en exceso, me pregunto por el deseo de reconocimiento que tenemos innegablemente todxs lxs artistas escénicos.
Hegel plantea en “La dialéctica del amo y el esclavo”, a resumidas cuentas, que el deseo es deseo de reconocimiento, pero no cualquier reconocimiento, sino del reconocimiento de un par, otra alma libre, diría Hegel, alguien digno de que nos reconozca, diremos nosotrxs para simplificar.
No es lo mismo el aplauso de la tía (por mucho que la queramos), que el aplauso del jurado de algún premio, o de algún artista reconocido que vino a ver nuestra obra.
El reconocimiento es un aspecto fundamental de la naturaleza humana y es del orden de la necesidad indudablemente para lxs artistas. Sin alguien que nos reconozca, valide, acompañe, nuestra labor se puede volver obsoleta.
Las necesidades básicas planteadas previamente, enfocadas en lo económico, se articulan necesariamente con las necesidades no materiales como es el reconocimiento a nuestras labores como artistas y creadores.
Considero necesaria e indispensable esta articulación porque este reconocimiento por parte de la sociedad, y puesta en valor de las creaciones artísticas, es el que puede permitir que la violencia económica que padecemos lxs artistas creadores a la hora de llevar adelante nuestra labor mengüe en algún momento.
En palabras de la filósofa Judith Butler, no podemos pensar nunca nuestras acciones y motivaciones completamente desvinculadas de las estructuras de poder y las normas sociales que nos rodean. Incluso en el ámbito artístico, donde podríamos suponer a la creatividad y la expresión como áreas personales independientes, existen condicionamientos y construcciones sociales que determinan qué es arte y cuál es su valor. Existen jerarquías y sistemas de valoración y legitimación que no nos son indiferentes, y que muchas veces perpetúan desigualdades y exclusiones.
La reformulación
Buscando responder la pregunta inicial, luego de dialogar con varixs autorxs, elijo la reformulación antes que la respuesta:
¿Cómo viven los cuerpos que danzan?
Me gustaría que la respuesta a esta pregunta sea en red, en diálogo y en reflexión constante, moviendo cuerpos e ideas colectivamente, desindividualizando nuestras prácticas y entendiendonos que nuestro “amor” a lo que hacemos no le resta valor de mercado, y que nosotrxs somos lxs primerxs que debemos entendernos como trabajadores del arte, y que mediante el mismo somos capaces de cambiar nuestra realidad individual y colectiva. Para en algún momento repensar y transformar las condiciones económicas y laborales de lxs creadorxs escénicos.
Biblio consultada por el autor::
-Butler, J. (1990). El género en disputa: el feminismo y la subversión de la identidad. Paidós.
-Federici, S. (2004). Calibán y la bruja: mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Traficantes de Sueños.
-Hegel, G. W. F. (1807). Fenomenología del espíritu. Fondo de Cultura Económica.
-Lazzarato, M. (1996). “El concepto de trabajo inmaterial”. En Política y subjetividad en el capitalismo tardío (pp. 195-219). Amorrortu Editores.
Manuel Rivadeneira
@manuriva1691
Es artista y creador escénico, psicólogo y profesor. Hijo de dos artesanos ceramistas, nació en marzo de 1991 en el barrio de Boedo (CABA) y creció en una casa taller siendo el arte el modo de vida imperante durante su infancia. Durante su juventud se formó en teatro físico y en danza con diversxs docentes.
Actualmente co-dirige Reverberante Cia, y el arte sigue atravesando todas las áreas de su vida, tanto en la clínica como en la creación, la docencia y la escritura.
Es una revista que también tiene soporte digital. Se trata de una revista contemporánea de danza y artes del movimiento.
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