EL CRUCE EN SU CRUCE – Cobertura colaborativa Inquieta y Planeta cabezón
Convocada por Inquieta, y en colaboración con Planeta Cabezón, Rut Pellerano comparte su mirada y transitar por la edición número 22 del Festival Internacional de Artes Escénicas Contemporáneas EL CRUCE […]
Convocada por Inquieta, y en colaboración con Planeta Cabezón, Rut Pellerano comparte su mirada y transitar por la edición número 22 del Festival Internacional de Artes Escénicas Contemporáneas EL CRUCE y el 4to Festival Internacional de Videodanza Cuerpo Mediado. Pronto publicaremos más coberturas periodísticas y fotográficas de todo lo vivido y bailado entre el 16/10 al 9/11.
Ph Aixa Richard
EL CRUCE EN SU CRUCE
La 22° edición de EL CRUCE y la 4° edición de CUERPO MEDIADO se vivieron en Rosario con intensidad, alegría y en un movimiento constante por la ciudad, las ideas, las imágenes, los afectos!
Rut Pellerano
Reseñar la multiplicidad vivida durante el festival es una tarea casi imposible: seminarios, laboratorios y talleres; proyecciones, charlas y residencias; jam, escrituras y las obras que se presentaron es solo una simple enumeración que refleja el extenso abanico de experiencias vividas. Difícil también nombrar a cada participante/actividad sin sentir temor de olvidar la mención de algo o alguien/es; un poco por ello es que me referiré aquí a ciertas sensaciones que me afectaron particularmente y, aunque al escribir comience por algo tan personal, aspiro a que resuene como experiencias que bien pudieron pasarle también a otrxs.
La primer afectación fue la movilidad constante. “Obligados” al desplazamiento, nos dispusimos a viajar de un punto a otro de la ciudad para participar de las actividades propuestas, fueran estas seminarios, espectáculos o charlas. En este tejido urbano descubrimos nuevos espacios/salas, así como también volvimos a transitar lugares conocidos. Este habitar la ciudad en un pasaje constante de un lugar a otro creó, de alguna manera, una arquitectura, un mapa en el que el flujo del ir y el venir se volcaba. Una poética del recorrido que muestra a su vez, la necesidad de reconocer los distintos lugares/paisajes que componen la escena artística de la ciudad.
Después, el encuentro. Generalmente pensamos el encuentro como el hecho de buscar a alguien o también, juntar dos objetos; pero quisiera aquí darle el elemento extra de lo inesperado que en su forma más simple es el reencuentro con aquellxs a quienes no vemos en la cotidianidad. “Cuánto hace que no te veo”;, “siempre nos encontramos en El Cruce”;¿cómo era tu nombre?”; son frases que se dejaron oír… y de pronto: aquí estamos de nuevo, riendo, charlando, en movimiento, juntxs otra vez. Pero aun si es fortuito, es decir, no predestinado, no es menos cierto que cada encuentro se produjo en un espacio común, que nos une. Espacio que podemos llamar, la danza, el cruce, el arte. Cercana a esta primera forma se encuentran los nuevos lazos creados, afinidades que descubrimos charlando por primera vez. Pero este tipo de encuentro es sólo posible si estamos abiertos a lo que ocurre, a lo nuevo que aparece. Un encuentro como tal presupone una posible transformación.
Hay una forma más de encuentro -como espectadores, participantes o en escena- que fue el encuentro con las prácticas artísticas. Estas prácticas se vieron reflejadas en obras concretas – locales, nacionales e internacionales, presenciales y virtuales- como también en seminarios, charlas, escrituras. En esos momentos se plantean, casi inmediatamente, una serie de preguntas sobre la forma en que creamos y vemos la danza contemporánea, la forma en que concebimos nuestra relación con el arte. Es también un momento en que -como espectadores, participantes o en escena- disfrutamos; se abre nuestra mirada y también, por qué no, se producen incomodidades y extrañamientos. Virtuales o “in situ”;, lxs cuerpxs se permitieron realizar una experiencia sensible. Desenredar, interpretar, traducir, mover.
Por último, sostener la apuesta por el cruce: EL CRUCE, como festival de nuestra ciudad y con el enorme esfuerzo de gestión realizado para que sea posible. Sostener también la polisemia de la palabra cruce, que nos permite entenderlo por un lado, como un cruce interdisciplinar, donde diferentes propuestas se suceden jugando con las fronteras de qué es o no es danza, de qué es o no es arte. Lenguajes teatrales, literarios, visuales, sonoros, corporales potencian un espacio de expansión al punto de permitir que xl cuerpx, lxs cuerpxs puedan atravesar la distancia y el territorio de “lo supuesto”; y profundizar el amplio campo de las artes. Hay también el cruce generacional, un “cuerpo-historia”;, como una vibración permanente de movimientos dentro de nosotros que vienen de otros tiempos. Así, cada cuerpx danzante atesora pasos y traza otros. Lxs cuerpxs circulan, se cruzan, se superponen, se ayudan, se influyen y también, entran en conflicto.
Vinculados entre sí en un diálogo continuo aprendemos que pensar, escribir, moverse, sentir, hablar, callar, cantar, forman lo propio de cada cuerpx y del cuerpx colectivo. Finalmente, el cruce colaborativo, que sostiene un modo horizontal y colectivo de participación y producción, esa fuerza que se gesta estando juntos, quizás no siempre en armonía, pero sí siempre habilitando el encuentro, y la producción.
A menudo me arrojo hacia adelante como el mar sobre
la playa. Pero todavía no se qué hacer. Me arrojo hacia
adelante. Vuelvo atrás, vuelvo a arrojarme hacia adelante.
Mi impulso creciente pronto encontrará forma. Es preciso.
La amplitud del movimiento me hace jadear (no con los
pulmones, sino con una respiración únicamente
psíquica)
¿Sera un asesinato? ¿Será una onda misericordiosa
sobre el Mundo? Aún no se sabe. Pero es inminente.
Espero oprimido el rompimiento de la ola preparatoria,
Llegó el momento.
Fue la onda de alegría, esta vez.
Henry Michaud
La vida en los pliegues
Es una revista que también tiene soporte digital. Se trata de una revista contemporánea de danza y artes del movimiento.
Enviá tu comentario