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LO QUE CAPTURAMOS – Escribe: Agustina Macuglia

ESCRIBE: Agustina Macuglia    Las artes y sus diversos procesos y métodos, son un espacio de investigación y producción de conocimientos. O espacios de filosofía en movimiento, donde podemos volcar […]

fecha 20 de Octubre, 2023

ESCRIBE: Agustina Macuglia 

 

Las artes y sus diversos procesos y métodos, son un espacio de investigación y producción de conocimientos. O espacios de filosofía en movimiento, donde podemos volcar los aspectos sensibles de la humanidad y nuestros vínculos con el mundo, donde lo personal se hibrida con las múltiples lecturas e interpretaciones. Entonces, ponernos a pensar y reconstruir los modos de acción en determinados contextos implica una apropiación de estos espacios, una insistencia en la permanencia y una necesidad de trascendencia.   
Este texto navega sobre mi experiencia en un proceso de investigación colectiva llamado Cámara Roja, creado y desarrollado durante la pandemia por COVID (2020 – 2022), donde los recursos se aparecían desde el recuerdo como contenido simbólico y la virtualidad como plataforma expresiva.

Ph Carla Scolari. Filmación de Cámara Roja. Rosario, 2022.

Cámara Roja habla sobre nuestras miradas y formaciones, sobre lo que nos gusta hacer y contar, sobre los criterios de nuestras decisiones. Los recuerdos de la infancia, basados en fotografías y relatos, fueron el punto de partida para tomar una posición creativa e identificarnos como humanas que hacen arte, y porque la incertidumbre del contexto nos empujaba a recurrir a la información que era capaz de mantenerse en el tiempo, que no se desvanecía con los años. 

 

Las fotos y las palabras nos dieron un marco conceptual y crearon un motor personal para formularnos preguntas y definir pautas de composición. La nostalgia de la experiencia humana cotidiana pre pandemia, manifestada en elementos materiales, tangibles y analógicos, compuso nuestra historia y nos dio el sustento para armar, con los recursos disponibles y la curiosidad casi fuera de la piel, algo nuevo.  

 

Uno de los motores era la inquietud para producir arte escénico en la virtualidad, el gran interrogante de estos últimos años sobre cómo hacer converger al cuerpo y al encuentro con las plataformas digitales, e ir descubriendo las posibilidades a la vez que lo íbamos haciendo. No teníamos experiencias de pandemia, ni referencias de procesos creativos ni escénicos en un contexto así. Pero si podíamos arriesgarnos a imaginar, a inventar pautas y métodos, a rescatar uno de los poderes de la subjetividad que es la memoria, y a posibilitar diálogos con la imposibilidad de la presencia.

 

Pasamos por diferentes etapas. 

 

Las preguntas iniciales, las lecturas de cada intérprete a las propuestas de la directora, los análisis respecto a la forma en que lo hacíamos y la manera en que lo mostrabamos. 

 

Al momento de trabajar con textos de otra autora, no solo mutó la forma de lo que estaba borroso para cada una, sino que también nos permitió abrir el juego a una otra. A una extraña que venía a darle palabras a lo que veía de nosotras, posibilitando una instancia más cercana a lo escénico, y amplificando los recursos para definir nuestras acciones. 

 

El momento de concretar la filmación tuvo dos partes. Un ensayo previo y la grabación definitiva, donde además contamos con una asistencia presencial y una dirección a distancia, creando una fusión de miradas desde distintas plataformas: la presencial y la virtual. 

 

“…se trata de un entrejuego de tensiones entre el cuerpo – ese cuerpo universal, invariante en los órdenes indicial, icónico y simbólico – frente a un cuerpo que es cada vez menos cuerpo y más material de manipulación tecnológica.”

 

Queríamos cruzar las particularidades de las artes escénicas presenciales con las posibles capturas de los dispositivos digitales. Nos entusiasmaba la idea de crear un formato en el cual los tiempos del cuerpo se defendían ante la rapidez con la que miramos un video, pero los puntos de vista se podrían amplificar, cruzando expectación, interpretación y soportes visuales. Así, nuestro método de trabajo se había convertido en lo que buscábamos escénicamente. 

 

“Ya la situación de expectación “clásica” (escenario a la italiana) ahora se enfrenta a propuestas de lectura abiertas y múltiples (¿Qué debo mirar? ¿La obra en conjunto o lo que sucede en pantalla y lo que sucede en el escenario por separado? ¿La videodanza antes que la danza o al revés?). Así, la experimentación se presenta como una apertura hacia la construcción/descubrimiento de nuevas gramáticas de recepción a cargo de los mismos espectadores.”

 

Al producir una obra, esta se convierte en algo que sale de unx mismx. Se desdobla, queda vulnerable y expuesta a ser mirada y debatida, a ser el centro de atención y  recreación de todas las construcciones posibles que cada sujetx que participe, entiéndase creadorx y espectadorx, pueda hacer sobre eso que ve. Se corre de la fórmula del artista, de la mirada personal de quien arma el contenido. La obra una vez que es expuesta se convierte en una oportunidad de jugar, donde les espectadores son también responsables de accionar según su curiosidad, su criterio y, siendo un poco redundante, sus ansias de juego. ¿Como se desprenderá de nosotras mismas una vez que se convierta en la interpretación de lxs otrxs? Nos queda abierta esta pregunta. 

 

La pandemia, si en algo ayudó, es en que nos encendió la chispa para nuevas acciones. La multi información y lo difuso que se volvían las interacciones afectivas, laborales, los protocolos de presencialidad, nos partió el cerebro en varios fragmentos para reconstruir un collage de supervivencia. Nos habíamos convertido en un rompecabezas imposible de armar como antes, y había que acomodar las ideas que teníamos aseguradas. Bueno, si era posible en la cotidianidad, tendría que ser posible trasladar ese collage a la creación. 

 

También un poco como un capricho entre amigas, una pulsión emocional podríamos decir que nos motivó a llevar a cabo este proceso, a descubrirlo en el paso a paso y a sostenerlo mediante distancias, cambios, trajines diarios, mudanzas, viajes, depresiones, enfermedades, falta de dinero, y miles de cuestiones que nos atraviesan en la vida, y que pueden significar trabas pero no finales. Una búsqueda que también apostó al vacío, a la falta de muchos recursos necesarios, a la confianza en el futuro. 

 

Camara roja, entonces, nos propone varias puntas: el proceso interno basado en los recuerdos de la infancia, las identificaciones y las formaciones de cada una; la apuesta a una forma escénica indefinida, híbrida, cuerpo memoria y virtualidad conforman un espacio artístico que invita a movilizar nuestras miradas y dimensiones perceptivas, a mirar al frente y a los detalles, a rescatar lo específico de las formaciones y las personalidades, y a amigarnos un poco con las potencialidades de la nueva era tecnológica, robótica, digital, cyborg, como quien llamarla. Y por último, a creer en lo imposible y a confiar en el tiempo, y sobre todo, en cada una. A mirarnos con amor y desarrollar lo que construimos con las experiencias y lo sensacional que puede ser poner todo eso bajo una luz roja y filmarlo con una cámara. 

 

CAMARA ROJA somos Martina Arfeliz (dirección, producción), María Malfatti (intérprete), Emilia Previgliano (intérprete, gestión), Agustina Macuglia (intérprete), Virna Scolari (textos), Carla Scolari (fotografía), Jesica Biancotto (asistencia corporal, presencial), Flavia Cisera (iluminación) Y Sebastián Bosch (música). 

 

Lecturas de referencias:

  • Susana Temperley: “VIDEODANZA, COMPLEJIDAD Y PERIFERIA: hacia una plataforma de análisis de la danza en interacción con la tecnología”. Ed. RGC Libros. 2017. 
  • Susana Temperley: “Nuevos recursos tecnológicos en la danza – Espacios y lugares para un nuevo cuerpo y un nuevo espectador”. Universidad Nacional Tres de Febrero.

 

 

Agustina Macuglia @agus.macuglia

Docente, masajista, ex bailarina y escritora por placer. Hace 9 años resido en Rosario. Me formé como docente de danza contemporánea en el Isabel Taboga, como bailarina en varios estilos y desarrollé el proyecto performático TRÁGICA junto a Flavia Cisera, investigando relaciones entre luz, cuerpo y virtualidad. Participé de proyectos escénicos de la ciudad. Me motiva crear y acompañar a las artes escénicas y escribir como espacio de expresión personal. Actualmente soy masajista y formadora.

 

Es una revista que también tiene soporte digital. Se trata de una revista contemporánea de danza y artes del movimiento.

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